El tiempo pasado sólo se vive si lo recordamos
Todos los alumnos de 1º de E.S.O. del IES de Benicàssim han asistido a una representación teatral verdaderamente mágica. Con gran expectación, han participado del encuentro con tres grandes profesionales del teatro y su equipo, Albena Teatre y Tanttaka Teatroa. Han vivido, inmersos en el escenario, las historias que se les proponían. A través de la sonrisa, la magia, la emoción y el dolor se han introducido como pequeños actores que conversaban con los personajes de El Museo del Tiempo.
José Antonio Portillo hace tiempo que inició este proyecto por encargo del Centro Cultural de Belem (Portugal), con co-financiamiento de la Unión Europea. Durante años ha trabajado con niños de diversas ciudades europeas para la creación de este museo, donde los niños han escondido y referenciado toda clase de objetos. Sabemos por tanto que verdaderamente existen, en diversas ciudades europeas, objetos enterrados por los pequeños. Objetos que ellos apreciaban y a los que después de dejar constancia por escrito, han decidido darles una nueva vida, enterrándolos para siempre en un parque, en un jardín, en el patio del colegio o en el campo. Con todo, se han tomado la molestia de hacer un pequeño plano de donde está enterrado y de narrar la historia de este objeto, para que todos puedan compartir la experiencia. Las historias y testimonios que describen niños y niñas, de condiciones sociales bien diferentes, resultan conmovedoras, divertidas, paradójicas, a veces escalofriantes y, algunas, incluso, poéticas. Con los años, Portillo ha recogido los testimonios, documentado la edad y los datos de los niños, acompañándolos de una foto o dibujo del objeto enterrado y la historia que se esconde detrás. Este extenso archivo, una muestra que ha sido publicada por la editorial Kalandraka en forma de libro, representa el corpus de lo que se conoce como Museo del Tiempo.
El tiempo, ese ente fugaz que todos percibimos, que queremos apresar con nuestros relojes, con nuestros artefactos, con nuestra memoria, es el máximo objeto de juego y de transformación.
Podemos creer por un instante que lo atrapamos, que es nuestro. Este hecho nos asombra, como esos maravillosos trucos que se realizan sobre el escenario generando una gran ilusión.
Historias de toda índole reflejan ese afán universal, historias que se identifican con un pequeño objeto querido o un objeto huérfano, para el que también existe una historia.
Atrapemos nuestro tiempo. Busquemos en la memoria, en el tiempo detenido de nuestros sueños, un objeto querido, importante, incluso doloroso y,
enterrémoslo...en el Museo del Tiempo.
Nuestros alumnos también indagarán en su memoria, elegirán un objeto, escribirán su historia y lo enterrarán...para no olvidar jamás su recuerdo.
Un poema de Fernando Pessoa, que nos invita a la reflexión sobre este asunto:
ALBERTO CAEIRO
XXXIX
El misterio de las cosas, ¿dónde está?
¿Dónde está él que no aparece
por lo menos para mostrarnos que es misterio?
¿Qué sabe el río y qué sabe el árbol?
Y yo, que no soy más que ellos, ¿qué sé de eso?
Siempre que miro las cosas y pienso en lo que los
.....hombres piensan de ellas,
río como un riacho que suena fresco en una piedra.
Porque el único sentido oculto de las cosas
es no tener ningún sentido oculto.
es más extraño que todas las extrañezas
y que los sueños de todos los poetas
y los pensamientos de todos los filósofos
que las cosas sean realmente lo que parecen ser
y no haya nada que comprender.
Sí, he aquí lo que mis sentidos aprendieron solos:
Las cosas no tienen significación: tienen existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.
Cuando la hierba crezca encima de mi sepultura.
sea ésa la señal para que me olviden del todo.
La naturaleza nunca se acuerda, y por eso es bella.
Y si tuvieran la necesidad enfermiza de “interpretar”
la hierba verde sobre mi sepultura,
digan que continúo para verdecer y ser natural.
Este fin de semana tenéis una cita con el tiempo en el Teatro Municipal, no os defraudará.
José Antonio Portillo hace tiempo que inició este proyecto por encargo del Centro Cultural de Belem (Portugal), con co-financiamiento de la Unión Europea. Durante años ha trabajado con niños de diversas ciudades europeas para la creación de este museo, donde los niños han escondido y referenciado toda clase de objetos. Sabemos por tanto que verdaderamente existen, en diversas ciudades europeas, objetos enterrados por los pequeños. Objetos que ellos apreciaban y a los que después de dejar constancia por escrito, han decidido darles una nueva vida, enterrándolos para siempre en un parque, en un jardín, en el patio del colegio o en el campo. Con todo, se han tomado la molestia de hacer un pequeño plano de donde está enterrado y de narrar la historia de este objeto, para que todos puedan compartir la experiencia. Las historias y testimonios que describen niños y niñas, de condiciones sociales bien diferentes, resultan conmovedoras, divertidas, paradójicas, a veces escalofriantes y, algunas, incluso, poéticas. Con los años, Portillo ha recogido los testimonios, documentado la edad y los datos de los niños, acompañándolos de una foto o dibujo del objeto enterrado y la historia que se esconde detrás. Este extenso archivo, una muestra que ha sido publicada por la editorial Kalandraka en forma de libro, representa el corpus de lo que se conoce como Museo del Tiempo.
El tiempo, ese ente fugaz que todos percibimos, que queremos apresar con nuestros relojes, con nuestros artefactos, con nuestra memoria, es el máximo objeto de juego y de transformación.
Podemos creer por un instante que lo atrapamos, que es nuestro. Este hecho nos asombra, como esos maravillosos trucos que se realizan sobre el escenario generando una gran ilusión.
Historias de toda índole reflejan ese afán universal, historias que se identifican con un pequeño objeto querido o un objeto huérfano, para el que también existe una historia.
Atrapemos nuestro tiempo. Busquemos en la memoria, en el tiempo detenido de nuestros sueños, un objeto querido, importante, incluso doloroso y,
enterrémoslo...en el Museo del Tiempo.
Nuestros alumnos también indagarán en su memoria, elegirán un objeto, escribirán su historia y lo enterrarán...para no olvidar jamás su recuerdo.
Un poema de Fernando Pessoa, que nos invita a la reflexión sobre este asunto:
ALBERTO CAEIRO
XXXIX
El misterio de las cosas, ¿dónde está?
¿Dónde está él que no aparece
por lo menos para mostrarnos que es misterio?
¿Qué sabe el río y qué sabe el árbol?
Y yo, que no soy más que ellos, ¿qué sé de eso?
Siempre que miro las cosas y pienso en lo que los
.....hombres piensan de ellas,
río como un riacho que suena fresco en una piedra.
Porque el único sentido oculto de las cosas
es no tener ningún sentido oculto.
es más extraño que todas las extrañezas
y que los sueños de todos los poetas
y los pensamientos de todos los filósofos
que las cosas sean realmente lo que parecen ser
y no haya nada que comprender.
Sí, he aquí lo que mis sentidos aprendieron solos:
Las cosas no tienen significación: tienen existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.
Cuando la hierba crezca encima de mi sepultura.
sea ésa la señal para que me olviden del todo.
La naturaleza nunca se acuerda, y por eso es bella.
Y si tuvieran la necesidad enfermiza de “interpretar”
la hierba verde sobre mi sepultura,
digan que continúo para verdecer y ser natural.
Este fin de semana tenéis una cita con el tiempo en el Teatro Municipal, no os defraudará.
1 comentario:
Muy buena crónica. Y pensar que estuve a punto de no ir a la función... Y me hubiera perdido una estupenda ocasión de sumergirme en la búsqueda del tiempo. Tres fenomenales actores y una puesta en escena fantástica han conseguido que nuestros alumnos se inmiscuyeran de lleno en la historia y que creyeran en la mágia del tiempo.
Un saludo
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