Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Miguel Hernández
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Miguel Hernández
Como decía mi amiga Ana Ovando, las lágrimas y la emoción nos han superado a todos y es verdad que el tiempo se ha detenido en Benicàssim esta mañana.
Ha sido un privilegio escuchar a Andrea Salas y a Esther Tárrega. Un trabajo grande, hecho con ilusión. Templados los nervios y superadas las dificultades técnicas de los momentos previos, las palabras han fluido: la música, enhebrado sus poemas; los versos de Miguel Hernández, como verdades universales, entrando en nuestras cabezas; la República, la dictadura, los himnos, la guerra, el dolor, la injusticia, el folclore, España, la cárcel, el hambre, Dios, la ausencia de Dios, la agonía; el amor y la muerte; en definitiva, la vida.
LLorábamos al final. Una catarsis auténtica, al mejor estilo griego. Escuchábamos letra a letra, de la A a la Z; en cada una sentíamos todas las pasiones, las más altas, las más bajas. Proyectadas en la pantalla, cada letra cargada de metáforas del sentir de Andrea y Esther, de sentir cómo sentía Miguel Hernández, castigado por ser poeta y ser libre, por ser amante de la vida, de la poesía, de la libertad. Esta mañana, su dolor ha sido nuestro; hemos entendido que se trata de un dolor generador de vida, una vida que se vierte en los versos que trascienden el tiempo...
Sí, ha sido una experiencia vital, que no olvidaremos jamás.
Desde el departamento de Lengua castellana y Literatura os damos las gracias a todos por apoyarnos, y en concreto a Ricardo Charco y Jordi Basevi por convertir el final en una alegría compartida; a Eduardo Roselló y a sus alumnos "logísticos", sin ellos "no hay ná que hacer"; a mi infatigable amiga Ana Ovando, todo lo haces fácil...
¡Ah! Andrea y Esther, todo no acaba aquí...